Sentados al fondo de la sala, en mesa ovalada y con vajilla de Versace, estuvimos muy cómodos. En estos lugares te das cuenta de que hay detalles que suman: la separación entre mesas, el espacio en la mesa, la comodidad de las sillas, el ambiente, la luz, etc. Todavía sin comer y ya estábamos muy bien.
Aperitivo:
- Aceitunas negras de Kalamata, aceitunas verdes de la variedad Luc (Languedoc, Francia), chips de patata con especias y crujiente de careta de ternera. Todo buenísimo pero las olivas negras de Kalamata fueron las grandes protagonistas en nuestra mesa, grandes, hermosas y de un sabor inigualable. Hay que probarlas.
- Jurel confitado con bizcocho salado de celeri. Aun recuerdo el sabor de este plato, el caldo que acompañaba al pescado me pareció delicioso. Recuerdo que no dejé huella de este aperitivo.
- Parmentier de patata y mozzarela, crema de ceps y aceite de pino. Simplemente excelente. La crema estaba tan sabrosa que no se me ocurre cómo puede estar cocinada para conseguir tanto sabor en tan poco recipiente. Y el aceite de pino, puro aroma a pino. Hubiese repetido de crema de ceps!
- Tartar de champiñones y aguacate con buey de mar. El plato que me dejó cautivada. Después de las cremas, soy amante de los tartars y éste se me quedará grabado en la memoria durante mucho tiempo. Acompañado de una bola de helado de salsa pesto, fue un plato fresco y sabroso. Nos sirvieron para acompañar el tartar, un fresquísimo Val de Sil que le iba a la perfección. Una combinación para aplaudir.
- Foie gras al vapor de bambú. Un foie gras con la cocción perfecta, la temperatura perfecta y un caldito, que no sabría con qué identificarlo pero sí decir que cuajaba al dedillo con el foie. El caldito lo tengo grabado en mi paladar.. de nuevo un sabor diferente. Todo ello maridado con un Gewürztraminer, que hasta ahora sólo habíamos probado en postres: Pfalz 2005 Auslese Gewürztraminer Albers Weiler Latt. Un acierto increíble.
- Macarrones con boloñesa de bogavante. Con una generosa capa de parmesano, resultaron muy buenos. Aunque el plato pareciera pequeño a simple vista, luego los macarrones eran bien grandotes. Quizás faltó reconocer un poco más el sabor a bogavante. Marinados con Marimar Estate Don Miguel Vinayard Pinot Noir 2004, vino tinto acertado con el plato de pasta.
- Lubina salvaje con pimientas, salsifins al vino de Priorat. Gracias a este plato aprendimos qué son los salsifins y experimentamos un nuevo sabor en nuestro paladar. Me pareció una combinación extraña la de lubina, un pescado de sabor fino, con una salsa fuerte de vino, pero entendí que ese contraste era el propósito del plato. Acompañado de vino tinto Predicador, sí, vino tinto con pescado. De nuevo una combinación extraña, pero con buen resultado.
- Cochinillo ibérico de Sierra Mayor 100%, tatín de mango. En este punto empecé a notar que el menú era contundente, aun así no dejé de disfrutar. La carne del cochinillo estaba tiernísima y el sabor perfecto. Y digo perfecto porque a mí el cochinillo es uno de esos platos que me cuesta porque me resulta de sabor fuerte pero éste estaba en su punto de sabor. Acompañado de un vino amontillado Pacorrito, que nos resultó demasiado fuerte para el plato. Nos recordaba mucho, tanto por el olor como por el gusto, a whisky.
- Panacotta de albaricoque, sorbete de riubarbo e infusión de Maria Luisa. Un prepostre ligero y fresco, ideal para abrir de nuevo un poco el estómago.
Postre:
- Brioche, vainilla, pasión. Un postre que no resultaba pesado, con una mezcla de dulce-ácido que me encantó. Se acompañó con vino dulce Moscatel de la Marina de Enrique Mendoza.