Dicho y hecho. Al rato estábamos sentados en una pequeña salita al incio del restaurante y junto al lado de este gracioso muñeco (que ahora llevo como fondo de pantalla de mi móvil).
De cara a pedir no variamos mucho con respecto a las otras ocasiones en las que hemos ido a un japonés:
- Tempura moriawase: Me encantó el detalle de poner una cazuelita de salsa de tempura para cada uno, porque siempre que ponen una única para todos hay que ir pasando la cazuelita por la mesa y me resulta poco cómodo. También me gustó mucho que incluyeran calabaza en la tempura, sobre todo porque a mí me gusta más la verdura que no el pescado en tempura.
- Maki moriawase: Nos sorprendió la cantidad y la calidad. El de aguacate ríquisimo.
- Variado de 5 niguiris: Yo tengo predilección por el salmón (ya estoy tardando en poner alguna receta de salmón en este blog).
- Tofu frito en salsa de tempura: Fue el plato diferente que decidimos probar. A mí no me encanto, mientras que a Juan sí. Principalmente no me gustó porque venía acompañado de un ingrediente que tengo que descubrir cómo se llama. Son como láminas muy finas de pescado con un sabor muy fuerte que con el calor se mueven y que resultan graciosas cuando te traen el plato pero que a mí especialmente no me agradan por su fuerte sabor.
- De postre nos pedimos una tartaleta de helado de vainilla con frambuesitas que estaba riquísima. Preguntamos si los postres eran de elaboración propia y nos contestaron que no, que los compraban en dos pastelerías, una de ellas japonesa que no estaba muy lejos de allí (tenemos que descubrir dónde está!).
Pagamos 63,40 € (2 personas). La verdad es que lo que más nos asombró fue que los platos eran generosos (sobre todo el de los makis) pero es que además estaban riquísimos!
Así que otro día ya iremos al Nagomi ;-)
Por cierto, de aquí a dos semanas marcho para Tenerife y hemos cogido un hotel con restaurante japonés incluído. Ya contaré.