Gazpacho manchego

En mi juventud viví buenos momentos gracias a mis abuelos, con los que me iba los veranos al pueblo de Riopar (Albacete) a disfrutar de la naturaleza y la comida. Allí empece a disfrutar verdaderamente del buen comer sobre todo teniendo en cuenta la buena materia prima que se puede conseguir por la zona y lo buena cocinera que era, y es, mi abuela.

Entre muchos otros potajes recuerdo particularmente uno con el que disfrutaba mucho y nunca tenía suficiente (he de decir que todos los veranos venía del pueblo con varios kilos de más en mi cuerpo): el gazpacho manchego. A este potaje se le llama galianos en algunas zonas y así es como aparece también en el libro de Don Quijote de la Mancha.

Ingredientes:

La base de este plato es la carne de caza (normalmente se utilizan liebre, perdiz y conejo) y las tortas cenceñas. Estas tortas están elaboradas con pan sin levadura, sólo con harina, agua y sal y posteriormente horneadas. Hoy en día no es complicado encontrarlas en los supermercados, aunque allí las encontraremos en paquete ya troceadas (en el Mercadona venden de la marca El Pastor de la Mancha).

Nosotros cocinamos el gazpacho manchego con las tortas auténticas, sin trocear, traídas de Albacete en nuestra visita a esas tierras.

2 tortas

1 perdiz y 1 liebre (las que utilizamos habían sido cazadas por un compañero de trabajo y despellejadas por mi propio abuelo como un auténtico profesional)

1/4 pollo de corral

tacos de jamón

tomillo

romero

pimienta negra (4/5 granos)

2 dientes de ajo

2 hojas laurel

1 cebolla

3 tomates triturados (o un bote pequeño)

1 vasito de vino blanco

agua

sal

Elaboración:

Troceamos en trozos grandes la liebre, el pollo y la perdiz y los sofreímos a fuego fuerte para que queden dorados por fuera y casi sin hacer por dentro. En una olla grande ponemos la carne, los ajos, el laurel y la pimienta junto a 2 litros de agua y cocinamos a fuego medio. Una vez cocida la carne la sacamos y la deshuesamos, desmenuzándola en pequeños trozos (tamaño dedo meñique aproximadamente) y la dejamos enfriar. El caldo de la cocción lo colamos y reservamos.

Cortamos la cebolla en pequeños trozos y la sofreímos dorándola un poquito; añadimos un poquito de sal, el tomate, el tomillo, el romero y el vino. Dejamos unos minutos y añadimos la carne, mezclando bien todos los ingredientes.

Seguidamente añadimos el caldo de la cocción hasta cubrirlo todo bien (1 dedo por encima aproximadamente) y dejamos unos minutos. Se añaden las tortas troceadas en pedacitos del tamaño de una cuchara. Se cocina todo a fuego medio hasta que las tortas hayan absorbido el caldo. Ha de quedar espeso, pero siempre con algo de caldo.

En el caso de que no sea del agrado la carne de caza se puede realizar la receta únicamente con carne de pollo. El gazpacho manchego sigue quedando igual de suculento. Se recomienda que el pollo sea del bueno porque al final es el que le da el sabor al plato.

Se trata de un potaje diferente; el resultado es una mezcla de pasta y carne mu sabrosa. Hay que probarlo.

Bodega Irius. Visita y cata (Barbastro, Huesca)

Bodegas Irius
Ctra. Basbastro - Monzón Km. 155 (N 240)
22300 Barbastro (Huesca)
Telf: 974 269 910

En nuestra fugaz visita a las tierras del Somontano, hicimos un alto en el camino para visitar las bodegas Irius, tan conocidas por la arquitectura de su edificio y sus equipamentos. Sin duda, se trata de un sitio espectacular. A la vista está que se trate del edificio más moderno si pensamos que dentro se aloja una bodega.

Su estética recuerda mucho a la del archiconocido museo Guggenheim, aunque la funcionalidad del edificio sea completamente diferente. Lo impactante de este edificio es el lugar dónde se ubica, rompe completamente con su entorno. Cuando vas por la carretera, que entrelazan sierras y llanuras, te encuentras este majestuoso gigante entre tanto color verde.

Esta bodega está incluída en la ruta del Somontano. Justo delante de ella se encuentra la bodega Laus, de la que sus vinos sean quizás más conocidos que la Irius.

En nuestra visita al interior de la bodega no se nos permitieron realizar fotografías a excepción de la parte de la cata de vinos. Entiendo que, como han invertido tanto en la novedosa tecnología de esta bodega, no quieren que nadie se les copie...

Ciertamente sus instalaciones están muy bien. La visita empezó con un pequeño vídeo y explicación de la bodega en una enorme aula de proyección.

Está todo automatizado, estilo futurista. Nos explicaron que hacen utilizar unos robots que son los que se encargan de mover las barricas y redistribuirlas. Impresionante.

La cata de vinos fue lo que más nos gustó de toda la visita a la bodega. La sala de catas está perfectamente diseñada: blanca, aislada e impecable, con grifos y luces individuales. En conclusión unas instalaciones más que adecuadas para realizar una cata de vinos.

Los tres vinos que catamos:

- Absum Varietales Blanco. 60% Chardonnay, 25% Gewürztraminer y 15% Pinot Noir. Aroma frutal limpio con notas florales, toques de fruta tropical (recuerdo el mango y la piña especialmente) y especias.

- Absum Varietales Tinto. 50% Tempranillo, 35% Merlot, 10% Cabernet Sauvignon y 5% Syrah. Marcado carácter varietal con matices frutales y especiados. Rico en sensaciones con aromas torrefactos.

- Absum Colección Gewürztraminer. Amplio abanico aromático, dominando el carácter floral sobre aromas cítricos y de especias dulces (creo recordar que nos pareció aroma a canela).

Según nos explicaron, entre vino y vino teníamos que comer algo que nos dejara un gusto neutro para poder realizar correctamente la cata. Para ello nos dejaron en cada uno de nuestros sitios un platito con palitos de pan.

La cata fue realmente amena, con explicaciones que nos sirvieron para distinguir olores y aromas en el vino. Sinceramente, aunque los vinos no sean lo más, merece mucho la pena la visita a la bodega y la posterior cata de sus vinos.

Después de la cata de vinos nos fuimos a comer a su restaurante, donde disfrutamos de uno de sus vinos.

Pizza!

Podría titular esta entrada como "Investigando con la pizza", porque realmente es lo que hicimos. Nunca nos habíamos salido de lo tradicional, del típico queso mozzarella, del típico jamón dulce y tiras de bacon y del típico tomate de bote.

Pero esta vez fue diferente. Aunque en realidad mi idea era realizar yo misma la masa de la pizza (que espero atreverme y tener el tiempo suficiente algún día de estos), al final acabó cayendo en nuestras manos la masa preparada para pizzas que venden en el Mercadona. Que no está mal, pero para mi gusto un poco gruesa, algo que solucionamos con el rodillo.

Nos atrevimos con:

Pizza de queso brie, parmesano y rúcula. Casi sin tomate, le pusimos gran cantidad de ambos quesos y la rúcula la añadimos hacia el final del tiempo del horno. Nos dimos cuenta después de que quizás hubiese sido mejor ponerla al sacarla del horno, cruda tal cual como en las ensaladas.

Pizza de queso de cabra con jamón de pato. Compramos un rulo de queso de cabra y lo cortamos a lonchas finas (porque sino el queso de cabra se hace muy pesado). A esta masa sí que le pusimos bastante tomate; siempre le echamos tomate frito Helios que es muy similar al tomate natural un poco frito y además tiene mucho sabor. Añadimos hacia el final del tiempo del horno unos filetitos de jamón de pato para que no se tostaran demasiado.

Yo me quedo con la última, creo que con la rúcula tendremos que seguir investigando...

Won Ton

Hace poco me preguntaron cuál es mi plato favorito para cocinar, aquel plato que normalmente cocino y que tengo más experimentado... y no supe qué contestar. Ciertamente cocino cualquier receta, no tengo predilección por ningún plato en especial (¿será esto malo?). Me atrevo con todo: cocina española, cocina francesa, cocina italiana, cocina japonesa, repostería, etc. Y extrañamente no suelo cocinar el mismo plato dos veces, porque, por suerte, me suelen quedar bien a la primera :-P

Esta vez, como teníamos por la cocina pasta para hacer wonton, me atreví con ellos. Llámeseles wonton o llámeseles xiao long bao; por la internete aparece de las dos formas... sea como sea, este plato es muy común en la cocina china. Se trata sencillamente de una masa fina rellena de carne con verduritas.

Para el relleno utilicé (a ojo):

zanahoria
soja fresca
cebolleta
endivia
col
carne picada
aceite de sésamo
curry
soja

Cortamos las verduritas en juliana, bien finitas. Sofreimos todas las verduritas en aceite a fuego lento durante unos 15-20 minutos añadiendo un par de gotas de aceite de sésamo, hasta que veamos que se han pochado bien. A mitad de tiempo, añadimos la carne bien cortadita, sin que se queden trozos grandes (porque después molestarán para liar la pasta). La soja fresca la añadimos hacia el final, en los últimos cinco minutos ,porque se suele hacer demasiado rápido. Para que el relleno no quede muy aceitoso, colamos el conjunto y por último, añadimos el curry.

Finalmente extendemos una lámina de wonton (creo que son de 10x10cm) y le ponemos encima un poco de relleno, que veamos que podremos cerrarlo. Para cerrarlo sencillamente pellizcamos la pasta.

La mayoría de los ingredientes van al gusto de cada uno. Si a uno le agrada especiado pues se le echa más curry.

El truco final es tener un aparato o ingeniárselas para poder poner al vapor estos saquitos. Yo utilicé mi maquinita hacemelotodo que tiene un utensilio y un programa para el vapor. Le puse diez minutos y salieron estupendísimos.

En realidad, creo que, tradicionalmente, se cocinan con unas vaporeras de bambú. En muchos restaurantes se sirven directamente con estos recipientes.

Esta maquinita (y mis manos, porqué no decirlo) son las culpables de que estos wonton quedaran como los del auténtico restaurante chino al que hace ya tiempo que no voy: restaurante Chenji. Allí los llaman xiao long bao y la masa de la pasta es un poco más gruesa y contundente. Buenísimos también.

Muy importante: servir en un plato con un poco de soja para mojarlos en ella!

Comiendo en el mercado de Tsukiji (Tokio)

Visitar el mercado de Tsukiji es de esas cosas que uno no puede dejar de hacer si viaja a Tokio. Nosotros dejamos esta visita para el último día (el mismo día que cogíamos el vuelo de vuelta) para quedarnos con buen sabor de boca, nunca mejor dicho. Por suerte o por desgracia, nos encontramos que aquel día, un domingo, la lonja estaba cerrada y el mercado medio abierto. Lo malo fue que nos quedamos sin ver el espectáculo de la lonja y lo bueno fue que pudimos disfrutar tranquilamente de los puestecillos del mercado que estaban abiertos, porque según nos contaron en un día normal suele ser dificultoso moverse por las callejuelas del mercado.

Después de pasearnos por las callejuelas, decidimos probar el que dicen que es el mejor sushi del mundo. No nos costó mucho decidir en qué bar de sushi íbamos a comer porque antes de entrar en el local habíamos presenciado cómo los empleados del bar cortaban un atún en vivo y en directo y nos pareció que aquel bar estrechito, con su barra de madera auténtica, era el idóneo.

El mantelillo de plástico donde te sirven se usa a modo de carta (ya sé que parece una tontería, pero esta idea a mí me parece fantástica: ¡ahorro de espacio y ahorro de tiempo a la vez!). Una carta sencilla, clara y concisa. Cada uno de los niguiris venía con su precio, su descripción en inglés y su fotografía.

Fanáticos nosotros del atún, pedimos niguiris de los cuatro tipos de atún que había. Allí mismo, delante nuestro, el chico escogió el pescado, montó el arroz que ya tenían preparado en un gran cuenco y en un plis plas teníamos nuestro sushi delante nuestro.

Lo que distinguía, a primera vista, a cada uno de los niguiris, era la veta de grasa y el color del atún. El de gama alta costaba unos 5 euros pero su gusto era tan fino, tan auténtico. Se deshacía en la boca... impresionante.

Una diferencia con respecto a los que estamos acostumbrados que nos sirvan en los restaurantes japoneses de nuestro país, es que estos niguiris venían todos acompañados de wasabi. En algunos entre el arroz y el pescado (¡escondido!) y en otros por encima. Pero a diferencia de ello, el wasabi resultaba agradable. Me pareció que no picaba tanto.

No sólo probamos atún, también le dimos al salmón, nuestro segundo pescado favorito. Incluyendo un niguiri de huevas de salmón. No nos atrevimos con más tipos de pescado, aunque tampoco nuestro estómago daba más de sí.

Pagamos unos cincuenta euros (2 personas), repitiendo alguno de los de atún. Quizás parezca caro por sólo comer niguiris. pero por la calidad del pescado, la variedad, la calidad del arroz (que aunque no haya hablado de ello, tiene su importancia en el montaje de los niguiris), el servicio, el ambiente del sitio, la limpieza, el espectáculo.... todo cuenta y yo volvería a pagarlos gustosamente.

Y volvería a Japón. Entrada dedicada a ellos, a Japón, a los japoneses, porque los malos momentos pasan y los buenos vuelven.

Restaurante Bodegas Irius (Barbastro, Huesca)

Bodegas Irius
Ctra. Basbastro - Monzón Km. 155 (N 240)
22300 Barbastro (Huesca)
Telf: 974 269 910
En la comarca del Somontano descubrimos un nuevo mundo. Un mundo lleno de historias, tradiciones, paisajes y como no, gastronomía. Como sólo íbamos de paso, decidimos visitar la bodega Irius y comer allí mismo. Después de nuestra experiencia, estamos deseando volver por esas tierras porque hay mucho que ver y catar ;-)

El restaurante de las bodegas Irius está en la planta baja, es una sala grande con unas relajantes y magníficas vistas a los viñedos, con decoración limpia, moderna y una luz perfecta (¡cómo lo agradezco para hacer las fotos a los platos!).

Tenían diferentes menús, elegimos el menú bodega (creo recordar que se trataba del más barato) que consistía en aperitivo, entrante, plato de carne, plato de pescado y postre incluyendo una botella de vino de la misma bodega para dos personas. Se podía elegir entre dos vinos para acompañar la comida: Disuperi Merlot tinto o Disuperi blanco (todos los vinos eran de la propia bodega, claro). También estaba la opción de pagar un suplemento para disfrutar de un vino de mayor calidad, lo que me pareció una buena idea para aquellos que son más exigentes en el vino.

Aperitivo:

- Sopa de cocido. Pequeña ración de sopa de riquísimo sabor. Llevaba pequeñitos y suculentos cachitos de carne. Para mí hubiese sido mejor que se tratara de un plato más que de un aperitivo.

Primeros:

- Pasta italiana al pesto de bacon. Un plato de ración abundante con salsa pesto y trocitos de bacon crujientes. No estuvo mal pero pasó sin pena ni gloria por nuestro paladar.

- Pochas con su guarnición. Plato que gustó, muy completo, quizás lo único que podríamos decir es que para nosotros le faltaba un poco de reposo.

Pescado:

- Lomo de trucha asalmonada con gratén de salsa holandesa. Este fue el plato que triunfó entre todos los del menú. Una trucha sabrosísima con una delicada salsa holandesa, que le quedaba muy bien al pescado, y unas verduritas que no pasaban inadvertidas.

Carne:

- Carrillera ibérica al aroma de Absum Varietales. Carne rica y tierna, pero con una salsa poco definida y suavecita. En mi opinión a esta carne le pegaba una salsa más intensa de sabor.

Postres:

- Mousse de yogur griego con sorbete de mandarina. Tanto la mousse como el helado nos gustaron, una buena mezcla de la cítrico con yogur.

- Brownie de chocolate con nueces. Una ración que parecía más bien para dos, un brownie bien compacto acompañado con piña, que ayudaba a digerir este postre tan contundente.

- Una botella de vino blanco Disuperi Chardonnay-Gewürztraminer 2007 DO Somontano, del cual no quedó ni gota. Con un 80% Chardonnay y un 20% de uva Gewürztraminer, no nos resultó dulce y entró muy bien. Precio: 57,00€ (2 personas). El menú, que consistía en aperitivo, entrante, carne, pescado y postre, eran 27,00€ y por el pan y servicio cobraron 1,50€ por persona. Quizás en este menú parezca un restaurante de cocina tradicional pero la carta dispone de platos más creativos. Habría que probarlos para opinar un poco más sobre el restaurante.

La visita a la magnífica y monumental bodega publicada aquí.

Los croissants de Hofmann

Pastelería Hofmann
c/ Flassaders, 44
08003 Barcelona

Extrañamente, lo dulce no va mucho conmigo. Pero siempre hay una excepción que rompe la regla y, en mi caso, se trata de mi devoción por los croissants. Allá dónde voy, allá por donde viajo, allá por dónde paso, tengo que probar los croissants que encuentre.

Por suerte (y por desgracia para la cintura de mis pantalones), desde el trabajo alcanzo a ir caminando a la tan conocida pastelería Hofmann. En realidad me decanto por el croissant tradicional, el sencillo sin relleno ni cobertura, pero es llegar a esta pastelería y a una se le van los ojos...

Con varios días de visita, he conseguido realizar una dulce y placentera cata de croissants de la pastelería Hofmann:

1. Croissant de mango. Jamás hubiese creído que se le pudiera añadir como relleno al croissant, una fruta tropical tan ácida como es el mango. Sorprendentemente la mezcla de duclce con ácido da buen resultado. Lo mejor: la capa exterior del croissant cubierta de azúcar.

2. Croissant de tiramisú. Excelente. Para mí, el mejor de todos. El relleno, a base de queso mascarpone supercremoso, estaba de rechupete. Por encima, además de la capa de azúcar, llevaba también cacao en polvo para completar el tiramisú.

3. Croissant tradicional. Elaborado a base de mantequilla, resultó esponjoso y dulce. Después de haber probado anteriormente las otras versiones de corissant, éste supo a poco. Comentar que este croissant de mantequilla tiene el premio al mejor croissant del año 2010.

4. Caracolas de canela. En realidad, no se trata de un croissant, pero nos explicaron en la misma pastelería que se elabora con la misma masa que la del croissant, sólo que incorporando a la mezcla canela. A mí la canela no es de las especias que más me guste. Pero he de decir que esta caracola no me resultó ni mucho menos empalagaosa, lleva la canela justa y necesaria como para que resulte exquisita. Y de nuevo, una capa de azúcar deliciosamente deliciosa.

Precio aproximado: 1,50-1,70€/croissant.

Todavía quedan algunos croissants por probar (como el de relleno de mazapán), pero mejor nos vamos dosificando ;-)

Atascaburras

Atascaburras o ajoarriero manchego. Me encanta que a algunos platos típicos regionales les pongan nombres originales y éste lo es un rato.

Se trata de un plato manchego (concretamente albaceteño) elaborado con patata, bacalao, huevo duro y frutos secos, y cocinado originariamente con mortero.

En nuestra pequeña escapada a Riopar, un añorable pueblecito de montaña en la sierra del Segura (Albacete), nos lo sirvieron como entrante en un menú de mediodía. Realmente es de esos platos que te dejan buen cuerpo, que te quitan el frío y te quitan tó los males.

Esto es lo que dice la internete de la procedencia del nombre del plato:
Cuentan que sus creadores fueron dos pastores que se quedaron aislados tras una nevada, y que sin otra posibilidad que añadir a un cocido nada más que unas patatas y unas espinas de bacalao, al ver que no era consistente vertieron el aceite de oliva y lo machacaron fuertemente para evitar las durezas de las espinas del bacalao. Tras comerlo dijeron a la comunidad que es una comida que "harta hasta las burras" y se dice que de ahí le viene el nombre. Se saben referencias escritas del plato desde el siglo XVII. Cuando un burro se queda atascado en el barro Manchego (muy arcilloso) al meter y sacar las patas, se produce un sonido muy parecido al que se produce al mezclar en el mortero las patatas el ajo y el bacalao. De ahí el nombre.

Día de la tortilla

La gastronomía no es simplemente un disfrute, también es cultura. Voy a ser sincera, hasta el día de hoy yo no sabía que la tortilla y la fiesta de Carnaval estaban unidas. Resulta que el día de la tortilla se celebra coincidiendo con el jueves en que comienza el Carnaval. Es decir hoy.

Durante el día de hoy he oído varios comentarios sobre el día de la tortilla, llamado también Jueves Lardero. Por lo visto esta noche a muchos nos esperaba una buena tortilla de patatas para cenar. Nosotros para ser algo originales hemos hecho una rica tortilla de acelgas, cocinada como cualquier otra tortilla de patatas pero con acelgas sofritas con ajo.