Can Fabes (Sant Celoni, Barcelona)

Restaurant Can Fabes
Sant Joan, 6
08470 Sant Celoni (Barcelona)
Tel.: 93 867 28 51

Figúrense señores cuánta alegría sentí cuando recibimos como regalo de boda una estancia en Sant Celoni que incluía un menú degustación en el restaurante Can Fabes. ¿Acaso existe mejor regalo de boda para una fanática del buen comer y la cocina? Todos los regalos fueron muy bien recibidos pero precisamente éste nos llegó al fondo de nuestro corazón... y estómago.

Fue nuestra segunda visita a un restaurante con estrellitas. Casualmente la primera fue en el antiguo Àbac de Barcelona cuando todavía estaba Xavier Pellicer, que ahora trabaja para Santi Santamaría en el Can Fabes. Precisamente el día de nuestra cena nos encontramos que era él el que llevaba el cotarro en la cocina.

Elegimos la zona antigua, la que siempre ha existido, para cenar; nos dieron a elegir entre ésta y una zona nueva más sofisticada. Pensamos que estando en Sant Celoni, fuera de la urbe, sería mejor cenar con un ambiente más de pueblo.

Estuvimos sentados muy cerca de la cocina lo que nos dio la oportunidad de presenciar el espectáculo. Fuimos atendidos por un servicio joven, y multicultural. Ciertamente nos encontramos rodeados de extranjeros y nos ocurrió que con alguno de los chicos del servicio nos resultó hasta dificultoso entender el nombre de los platos y su explicación. Pero fuera de eso, la atención fue impecable.

Disfrutamos del menú de otoño (estuvimos en noviembre), un festín de principio a fin:

Aperitivos:

- Cuajada de leche de cabra con erizos de mar. Nos pareció extraño empezar con un aperitivo como la cuajada, una cuajada diferente por estar hecha con leche de cabra y en cuanto a los erizos de mar nos soprendió, que aún lo pequeños que eran, impregnaran tanto sabor al aperitivo.

- Grissines de parmesano con jamón ibérico.

- Vino blanco Chardonnay 2008 de Cuvee Santamaria Finca Montagut. Los primeros aperitivos y platos estuvieron acompañados de este vino blanco propio de la casa.

- Vieira marinada con aceites aromatizados con especies y cubierta de papada de cerdo. Si con algún aperitivo me tuviera que quedar sería con este, una infinidad de sabores, y diferenciables, en un apertivo tan pequeño que mezclaba carne con pescado a la perfección.

- Tostadita con bonito.

- Higo coll de Dama con foie y crocanti. Foie en plena esencia con un toque de higo y crocanti; estos platitos tan simples y tan poco elaborados demuestran que con buena materia prima, y pocas florituras, basta para conseguir un excelente resultado.

- Puf sorpresa. Paquetito crujiente relleno de carne muy sabrosa. Tuvimos que preguntar qué tipo de carne era porque nosotros creíamos que por su textura era de cocido y resultó que se trataba de conejo. Original. a veces gusta que no te expliquen lo que vas a comer para poder adivinarlo.

Platos:
- Setas de otoño del Montseny y Montnegre. Setas de inmneso sabor a montaña acompañadas de unas hermosas gambas, aceite de oliva negra y cubierta de una espectacular capa de papada de cerdo. Un plato diez de verdad.

- Colección de calabazas con chipirón. Uno de los platos estrellas en mi opinión. Plato elaborado con sumo detalle desde su estética hasta su coción; compuesto por diferentes formas de cocina de la calabaza: en crema, cocida, a la plancha, con sabor a naranja, a clavo... A mí me pareció tan fantástica la forma de presentarlo y sentir la calabaza que hasta me sobraron los chipirones.

- Almejas del señor Laureano al pil-pil con hojas de remolacha y su raíz. Me gustaría saber qué diferencia hay entre las almejas comunes y las del señor Laureano. Eran exquisitas y grandes.

- Pescado de la lonja de Blanes. En el menú sólo indicaba pescado, a la hora de traernos el plato nos indicaron que hoy había salmonete. Estaba exquisito y venía acompañado de un canalón de manzana asada también buenísimo.

- Vino tinto Merlot 2006 de Cuvee Santamaria Finca Pantà. A partir del plato de carne nos sirvieron tinto. Nos gustó más que que el blanco.

- Corzo con nabos glaseados a la pimienta negra. Sinceramente no sabíamos qué era el corzo, intuíamos que se trataba de alguna carne de caza (ahora ya, después de consultar la super enciclopedia llamada internet, sabemos que es parecido al ciervo). Aún así disfrutamos de esta carne tan diferente de sabor y tierna. Por otra parte, los nabos estaban cocidos en su perfecto punto, y irradiaban sabor a pura pimienta negra, muy buenos.

Prespostres, postres y postpostres (jiji!):

- Queso azul gorgonzola con puré de pera y galleta de carquinyoli. Excelente combinación la del queso azul salado con la dulce pera, tan bueno estaba que se nos olvidó fotografiar el plato...

- Panacotta con salsa de mora. Buenísima la panacotta. La salsa de mora recuerdo que nos entusiasmó porque era puro sabor a mora.

- Chutney de manzana con helado de vainilla. Otro postre que también nos gustó mucho a los dos, la mezcla de la manzana especiada con un simple helado de vainilla nos pareció perfecta. Desapareció bien rápido este postre.

- Infusión de hibiscos. No entendimos bien de qué se trataba esta infusión pero al probarla notamos aromas de fresa y rosa. Resulta que los hibiscos son flores bastante comunes llamada también rosa de Jamaica.

- Ñoquis de boniatos a la crema inglesa. Un postre diferente de pies a cabeza, desde el aspecto hasta el sabor.

- Pastelito de membrillo al calvados con crema inglesa. Un postre muy pero que muy dulce que nos costó.

- Helado de granadas dulces. Magnífico; un postre fresco al estilo de un sorbete que nos vino ideal para seguir.

- Petit fours. Incluyendo unos pequeños macarrons. Llegados a este punto de la cena nos dimos cuenta de que no podíamos más, en nuestro cuerpo no entraba nada más. Ellos mismos nos dieron la opción de ponernos los postrecitos en una caja para llevar. Supongo que no es la primera vez que se encuentran con esta situación.

- Bombones de chocolate con leche y chocolate blanco.

No quisiera dejar de explicar que nunca me había encontrado en la situación de tener tantos postres sobre la mesa. ¡Y todos los postres eran para nosotros dos! Después de todos los platos que habíamos ingerido, tuve que pedir una infusión para poder seguir con el festín de dulces.

- Chupito de caramelo y nata.

- Natilla de caramelo. Sí, este plato no formaba parte de la decoración de la mesa. Esta forma tan extraña se comía también. Nosotros sólo llegamos a comer un poquito de ella.

- Un conjunto de café radiante para servirnos un café muy bueno.

Durante toda la cena pudimos disfrutar de diferentes tipos de pan. Yo probé dos buenísimos: pan de leche y de oliva. Destacar que la Àngels Serra, mujer de Santi Santamaría (supongo que él estaba fuera porque no lo vimos en ningún momento) pasó a saludar por todas las mesas sin olvidarse de ninguna. Además disfrutamos también de una mini visita a todas las instalaciones del Can Fabes, ¡incluyendo la cocina y la bodega!

Una anécdota interesante y curiosa de la cena: Aquella noche jugaba el Barça y fue muy curioso ver que tanto nosostros como la mesa de al lado, con una pareja más mayor que nosotros celebrando un cumpleaños, estábamos atentos a los goles que le iba haciendo el Barça al Almería. Y, ¿cómo nos íbamos enterando de los goles? Pues es que el servicio estuvo tan atento que nos iba informando cada vez que se marcaba un gol...

Helado de wasabi

Lo que más me gusta de los japoneses es que no le ponen límite a su imaginación.

En unas de las excursiones de nuestro viaje por Japón, hicimos una parada en una tienda vendodetodo. Al principio no sabíamos muy bien porque habíamos parado allí, porque nuestro guía no solía llevarnos por comercios. Resultó que como estaba lloviendo y nos era imposible visitar lo que aquella tarde nos tocaba, el guía había decidido que debíamos probar algo que vendían en aquella tienda: helado de wasabi.

Si alguien ha probado el wasabi (normalmente usado para tomar sushi), sabrá que pica a rabiar y que es fuerte de narices. Con sólo saber eso, se nos hace raro pensar en un helado elaborado con este ingrediente. Pero he ahí la gracia de este helado, y he ahí la filosofía de los japoneses para inventar y experimentar con todo.

Del grupo de viaje fuimos muy pocos los que nos atrevimos a probar el helado de wasabi. Yo no dejé pasar esta oportunidad y me aventuré con este helado de color verdoso.

Sinceramente esperaba que fuera más picante, aunque he de decir que a medida que me lo iba acabando, iba notando menos la lengua... ;-)

Restaurante La Fuenroya (Benasque, Huesca)

Restaurante la Fuenroya Hotel-Spa Hospital de Benasque
Camino Real de Francia s/n
22400 Benasque (Huesca)
Tel: 974 552 012

Los lugares escondidos gustan. Y gustan precisamente porque están escondidos. En la carretera hacia Francia y en el valle de Benasque, retirado del pueblo y de las estaciones de esquí de Cerler, se encuentra el hotel Hospital de Benasque. Y se llama así porque antiguamente funcionaba como una hospedería, regentada por monjes hospitalarios, para todos aquellos que cruzaban o intentaban cruzar la frontera.

Se trata también de un buen sitio donde alojarse si se es aficionado al esquí de fondo o con raquetas. Tienen el inicio de pistas de estas modalidades justo al ladito del hotel. Para la práctica del esquí habitual creo que hay que desplazarse.

Pero hablemos de comida ;-).

Después de una jornada de esquí, nada mejor que descansar y comer en un ambiente relajado y con vistas a unas preciosas montañas nevadas. Llegamos tarde, hacia las tres del mediodía y tuvimos que esperar un poquito para sentarnos; esperamos en la barra de la entrada probando un vermout de cosecha propia que ofrecen gratuitamente a todo aquel que vaya a comer en su restaurante. Además, todo un detalle que sirvan comida hasta tarde (creo que eran las tres y media pasadas cuando nos sentamos en la mesa) porque así uno puede apurar la mañana esquiando.

Y otro bonito gesto fue que nada más sentarnos nos sirvieron, sin nosotros pedirlo, pan con tomate y jamón. Un aperitivo, que si vienes de practicar algo de deporte, desaparece rápido.

Escogimos el menú diario. Estos fueron algunos de los platos, había para escoger entre 5 primeros platos, 5 segundos y 5 postres:
- Sopa de pollo y verduritas con galets.

- Macarrones con crema de gambas y queso emmental rallado.

- Ensalada de queso de cabra gratinado con surtido de vegetales y vinagreta de miel.

- Pimientos del piquillo rellenos de carne con muselina de ajo.

- Magret de pato con cebolla confitada y salsa de vino tinto.

- Entrecot de ternera a la brasa con guarnición.

- Brownie con helado de stracciatela.

- Tatín de pera caramelizada.

Precio del menú (incluyendo aguas): 24 €/persona. Sinceramente no creo que se trate de un sitio donde la comida sea el principal protagonista de la mesa; no estuvieron mal los platos pero podrían haber estado algo mejor, sobre todo los entrantes. Indiscutiblemente se trata de un lugar donde disfrutar de las agradables, y nevadas, vistas de invierno.

No quiero olvidarme de explicar que una de las cosas que más me sorprendió de este restaurante es la cantidad de botellas antiguas de vino que tienen expuestas en la entrada: Riojas, Riberas del Duero, Somontano... infinidad de botellas, de todos los tipos y de todos los años imaginables. Una exposición muy bonita, sí señor.

Albóndigas de setas

En el mes de Noviembre recibí un regalito gastronómico típico de esas fechas: níscalos cogidos por la zona de Cuenca. Les llamo níscalos y no rovellons porque por aquella zona es como se les llama aunque en el fondo creo que se trata del mismo tipo de seta.

Como esta vez (porque regalitos de este estilo ya he tenido otras veces, véase aquí) no me apetecía cocinarlos con ajito y perejil como tradicionalmente hacemos en nuestra cocina, busqué una receta diferente para experimentar con esta seta. Encontré en este blog llamado Media Hora para Cocinar una receta de albóndigas de setas bastante sencilla.

Los ingredientes necesarios son:

400 gr de setas
1 cebolla grande
3 huevos
1 vaso de caldo de verduras
unos 100 gr de pan (6 rebanadas)
harina
aceite de oliva
orégano
sal
salsa de tomate frito

Transcribo literalmente la receta del blog de Media Hora para Cocinar:

Lavamos a concienza y picamos muy finos los champiñones. Una vez hecho esto es importante secarlos empleando una centrifugadora o colocándolos sobre papel absorbente de cocina. Mientras remojamos el pan en el caldo vegetal para que se ablande. Lo mejor es llenar un plato sopero a medias y colocar el pan encima para que absorba por su mismo el líquido. El pan debe quedar mojado, no "borracho". Ahora colocamos en un bol los champiñones, el pan, la cebolla bien picada, una cucharadita de sal, una pizca de comino, otra de pimienta y los tres huevos. Amasamos con las manos hasta que todo queda muy bien mezclado. El resultado es una masa un tanto suelta por lo que podemos hacer dos cosas: la primera es "secar" agregando poco a poco harina de galleta de manera que podamos trabajarla sin problemas o bien (recomendado) formar una bola con la ayuda de una cuchara para rápidamente cubrirla de harina y echarla a continuación en abundante aceite de oliva para que quede bien frita.Se sirven generalmente cubiertas de salsa de tomate.

Pequé de no secar bien las setas y me costó bastante hacer las bolitas para que no se me desmoronaran. Por lo demás salieron unas albóndigas muy buenas, diferentes de sabor, yo las llamaría albóndigas vegetarianas. El día que las hicimos tuvimos invitados por la noche y las sacamos como tapa y no quedaron ni una. Buena señal.

Roast beef o rosbif

Y si el día de Navidad la sopa de galets rellenos triunfó en la mesa (y en el paladar de mi familia), ni os cuento lo qué pasó con el roast beef.
Todos los platos que cocino tienen una razón de ser; quiero decir que para llegar a ellos y tomar la decisión de cocinarlos, siempre hay detrás una pequeña historia. En este caso, días antes de Navidad, mi jefe me explicó que en su familia en esas fechas tan señaladas se suele cocinar roast beef. Bueno... mejor dicho, su madre suele cocinar el plato y los demás disfrutar de él ;-)

Sinceramente este plato me resulta más de cocina inglesa. Al principio me sonó raro que en una familia catalana se tuviera una costumbre tan inglesa, pero... ¿porqué no? Así que me pareció tan buena idea que la copié y decidí que yo también tendría unas fiestas navideñas algo anglosajonas, gastronómicamente hablando.

Decidí informarme a través de la internete y cuantificar cuán de difícil iba a ser cocinar el plato.
Fue fácil encontrar una buena receta de roast beef. El amigo Apicius, que tiene maravillosas recetas en su blog, la tenía entre su interminable lista de platos cocinados. No seguí las instrucciones de Apicius al pie de la letra pero la esencia es la misma.
Por cierto, a partir de ahora y para escribir un poquito menos lo llamaré rosbif, que por lo que parece también está bien dicho.

Lo que utilicé:

Carne de ternera preparada para rosbif

vino blanco

jugo de medio limón

chorro de Brandy de Jerez Conde de Osborne

un par de ajos

pimienta negra molida

un par de hojas de laurel

La carne la compré en el mercado ya preparada, llevaba una capa de hierbas y cansalada alrededor bien atada. Tal y como dice Apicius, la dejé con todos los ingredientes durante 3 horas en un recipiente. He de decir que quizás no fue el recipiente adecuado porque a medida que iba viendo como se maceraba, letenía que ir dando vueltas para que la maceración fuera uniforme en toda la pieza de carne. Aparté a un lado el líquido de la carne.

Antes de meterla al horno, pasé la pieza por una sartén bien calentita. He aquí el truco para que la carne quede bien buena, señores! Cuando noté que toda la superfície estaba bien hecha preparé el horno. En la bandeja con rejilla puse la carne y coloqué la otra bandeja del horno justo debajo, con todo el líquido de maceración que había reservado.

Durante aproximadamente la primera media hora dejé el horno a fuego muy fuerte, después lo bajé a unos 100º C, pero he de decir que tanto la temperatura como el tiempo lo fui calculando a ojo sobre la marcha, mientras iba comprobando con un palillo (bien largo) cómo se iba haciendo la pieza por su interior. Mi ojo no falló porque a las dos horas aproximadamente lo saqué y aquello estaba pa comérselo: Bien tierno por dentro y bien hecho por fuera.

Cortado en filetes finos y bien colocadito, pasé a hacer la salsa. Pasé todo el líquido por la batidora y la salsa que resultó la incorporé al plato de servir el rosbif.

Me sabe mal pero he de decir que me merezco un diez por este plato ;-P

¡Gracias Apicius por contribuir!