Cuando uno sale de viaje, incluso cuando uno sale fuera de su ciudad, a uno le parece que todo es fotografiable. Tenemos la tendencia a salir de viaje con la cámara en la mano y recién llegamos a casa la soltamos. Esto es precisamente lo que nos ha ocurrido a nosotros: hace una semana llegamos de Nueva York y después de miles de fotos, parece que la cámara, pobre, se está aburriendo en el cajón.
Y es que fotografiar lo cotidiano parece aburrido. Pero no lo es. Es incluso, a veces, más satisfactorio. Además pensándolo fríamente: ¿qué se merece más ser retratado? ¿algo con lo que te sientes identificado y a gusto o algo de lo que te sientes extraño? Que sí, que en teoría retratamos aquello que no vamos a ver más veces en nuestra vida porque aquello con lo que vivimos ya lo vemos...
En la línea de lo suscrito anteriormente, y sintiéndome un poco culpable por fotografiar mercados de otras ciudades y países, agarré el otro día la cámara y me fui al que considero yo uno de los mejores mercados de Barcelona: el mercado de Sant Ildefonso en Cornellá.
Este mercado tiene más de 40 años a sus espaldas y por su ubicación atrae a varias poblaciones de su alrededor. Para comprobarlo, basta con ir a comprar allí cualquier día a cualquier hora, ¡no es posible que todo eso sean cornellanenses! Tiene unas 125 paraditas y eso hace que cuando vayas a buscar algo, casi siempre lo encuentres y eso es un privilegio para los que somos amantes de la cocina.
En fin, que se está notando que soy cornellanense de pura cepa. Aquí os lo dejo.